Después de pasar los tres últimos
días en esta tranquila y asolada ciudad, hoy la abandonamos con dirección a
Melbourne y, con esto, nuestro adiós a Nueva Zelanda y el inicio del retorno.
Nos vamos con un sabor agridulce
y con una triste imagen en nuestra retina:
la visión de una ciudad destruida
que intenta sobrevivir al caos de los
dos últimos terremotos (sept. del 2010 y la réplica de febrero del 2011).
Incluimos este destino en nuestra ruta a sabiendas de lo que nos podíamos
encontrar y no nos arrepentimos. Pero el impacto ha sido fuerte y duro el contraste
con el resto de ciudades visitadas.
Christchurch,”Iglesia de Cristo”
(fundada el 1890 por miembros del Chist Church College de la Univerdidad de
Oxford (de aquí el nombre de la ciudad) y situada en la costa este de Nuena
Zelanda, es la mayor ciudad de
la isla Sur y capital de la región de Canterbury. Conocida como, “la ciudad jardín”, es la más inglesa de
todas las ciudades fuera de Inglaterra. Una ciudad bien ubicada en las
llanuras de Canterbury junto a la península de Bank; una basta llanura surcada
por el Avon River, que serpentea por la ciudad recortando muchas
de sus calles y por el que transitan,
como si de Venecia se tratase, góndolas y pequeñas embarcaciones.
Es, sin lugar a duda, una gran ciudad con esplendorosos parques y amplias avenidas, en las que, a pesar del tiempo transcurrido, los signos del desastre se evidencian de forma clara y trágica; al pasear por sus calles se puede contemplar grandes espacios en blanco ocupados anteriormente por edificios históricos, amasijos de hierros y escombros y el lamentable estado de los que resistieron la gran embestida; da la impresión de estar en una ciudad fantasma, marcada por un gran vendaval. Pero, al mismo tiempo, con la recuperación de su viejo tranvía, los numerosos edificios en construcción, el colorido que impregnan los viejos muros y los abundantes contenedores adornados con murales (ulilizados para sostener edificios en ruinas o para habilitar de forma provisional bares y tiendas) y la animación de sus gentes, se aprecia un soplo de ilusión y optimismo; un mirar hacia el futuro que de forma artística y plástica queda expresado en la exhibición de jirafas que durante estos meses invade y adornan todos los espacios de la ciudad de Christchurch. Una propuesta que, en colaboración con muchos entidades patrocinadoras, “celebra la fuerza, el talento, la belleza y el futuro de esta ciudad única”.
Es, sin lugar a duda, una gran ciudad con esplendorosos parques y amplias avenidas, en las que, a pesar del tiempo transcurrido, los signos del desastre se evidencian de forma clara y trágica; al pasear por sus calles se puede contemplar grandes espacios en blanco ocupados anteriormente por edificios históricos, amasijos de hierros y escombros y el lamentable estado de los que resistieron la gran embestida; da la impresión de estar en una ciudad fantasma, marcada por un gran vendaval. Pero, al mismo tiempo, con la recuperación de su viejo tranvía, los numerosos edificios en construcción, el colorido que impregnan los viejos muros y los abundantes contenedores adornados con murales (ulilizados para sostener edificios en ruinas o para habilitar de forma provisional bares y tiendas) y la animación de sus gentes, se aprecia un soplo de ilusión y optimismo; un mirar hacia el futuro que de forma artística y plástica queda expresado en la exhibición de jirafas que durante estos meses invade y adornan todos los espacios de la ciudad de Christchurch. Una propuesta que, en colaboración con muchos entidades patrocinadoras, “celebra la fuerza, el talento, la belleza y el futuro de esta ciudad única”.
Christchurch, 29 de diciembre del
2014.
Te
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